Hay un tema que siempre me ha dado en la llaga: el perdón.
Estas últimas semanas he resonado mucho, inconscientemente, con este tema. No tenía la palabra clara rondando por mi cabeza y llegar a anotarla en el papel se sintió como un golpe emocional extraño.
Y pienso muchas cosas. No sé si esto es algo que me pasó solo a mí, pero aquí va mi primer pensamiento:
Mis recuerdos del perdón de pequeña son muy vagos y la mayoría están asociados a aprender a pedir perdón, como cuando aprendes a decir gracias y por favor. Tengo recuerdos claros de mí a los 7 años pidiendo perdón, pero, por más que haga memoria, no logro dar con el primer recuerdo de alguien pidiéndomelo a mí.
Y ojo, esto también tiene que ver con otros factores importantes, tales como: Estudiar en un colegio católico…en el que claramente primero aprendes a pedir perdón que a sumar y restar. Y, segundo, tener demasiado presente el arquetipo de la niña buena. Mi little me nunca fue una niña rebelde y nunca supo cómo equivocarse. Sentía mucho miedo y mucha culpa ante el más mínimo error y, así, de alguna manera, sin darme cuenta, aprendí a culparme a mí misma con tal de no cuestionar a nadie más.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi propia culpa.
Me di demasiados golpes de pecho.
Puse mucho siempre el foco de la culpa en mí, y me costó mucho camino entender que también merecía responsabilidad afectiva de parte de otras personas.
No soy la maestra del perdón. Como toda niña buena en deconstrucción, aceptar el error viene con mucha ansiedad de por medio (una que ya surfeo mucho mejor que antes). Pero mi cuestionamiento ahorita es que…no sé si sé perdonar. Pero perdonar de verdad, verdad. No el “ok, está bien” que dices por compromiso, para que acabe una pelea o para darle cierre a algo. Hablo del perdón profundo y real que se desprende de cualquier ira o rencor.
Y creo que ahí está mi problema. Pareciera que perdonar implica soltar mucha ira, y yo he pasado más de la mitad de mi vida molesta.
Pero ojo, lejos de entristecerme por ese hecho, creo que he intentado entenderlo, entendiendo (valga la redundancia) que, entre muchas otras cosas, me cuesta el perdón porque siempre esperé muchas disculpas cercanas que no llegaron y porque, aunado a eso, crecí toda mi vida en un contexto político-social que normaliza el abuso emocional y se salta todos los derechos humanos que quieras. Ahí nadie te pide perdón. Pero ya eso es otro tema.
Mejor hablemos de Better Man.
Esta es la biopic de Robbie Williams, dirigida por el director de The Greatest Showman, Michael Gracey. Y de todas las biopics que he visto, esta se convirtió en mi favorita.
A mí, por mi papá, me ha gustado Robbie Williams de toda la vida. En especial, Feel y Angels siempre han sido himnos que me tocan fibras y, en general, siempre he pensado que la música de Robbie tiene mucha honestidad y alma.
Fun fact: uno de mis jefes habló de esto ayer en su newsletter, al igual que del perdón, así que, inevitablemente, al yo leerlo, le dio forma a ese feeling que yo tenía atorado en la cabeza.
Y pensé.
Qué valiente perdonar.
Soltar.
Sanar.
Y qué arrecho poder hacerlo sin haber recibido una disculpa antes. Porque si con una disculpa explícita me cuesta, una no pedida me cuesta el doble. Admiro con todo mi corazón a las personas que han podido hacer esto. Admiro el coraje y el trabajo interno. Y entiendo. Entiendo el lugar de donde viene y por qué llegar ahí tiene su valor y recompensa.
La mejor manera de ejemplificarlo que se me viene a la cabeza es una reflexión de Gaby Pérez Islas en su libro Viajar por la vida.
Gaby es tanatóloga, se enfrenta con la muerte de las personas a diario y trabaja también con familiares de pacientes terminales. Gaby sabe un poquito sobre soltar. Y me encanta que lo ejemplifica comparándolo con un puño cerrado: Cuando aprietas el puño, ¿a quién le estás clavando las uñas? Y, mientras más fuerte aprietas, ¿a quién le estás haciendo daño?
Esa analogía me marcó, y perdón si ya la había hecho en alguna carta antes, pero es que en este contexto queda perfecto el ejemplo.
Perdonar no es exclusivamente y necesariamente por la otra persona. En ocasiones, es querer dejar de enterrarte las uñas de una buena vez.
Por eso ese final lo vale todo. Robbie abrió las palmas con esta película.
Después de sufrir un abandono paternal severo y una vida llena de inseguridades y excesos, mucha sobriedad y terapia lo llevó a ver que ya tenía hasta sangrando las manos…y esa escena, ese reconocimiento de su padre en el escenario…resume todo lo que logró soltar.
Por mi culpa, por su culpa, por culpa de… ay, ya qué carajo.
Ya demasiados golpes de pecho nos damos por los perdones que pedimos y por los que no recibimos. Ya demasiadas uñas rotas guardamos. Ya supongo que llega un momento en el que entiendes que te harán daño e inevitablemente también harás daño. Y así es como funciona.
Al final del día, supongo que aprender a dar y recibir perdón es lo que nos suma años de vida. Eso lo entiendo racionalmente, solo a mi corazón le falta procesarlo. Porque, mierda…cómo cuesta soltar el dolor que alguien nos deja en el pecho, pero cómo cansa vivir con esa molestia guardada en el cuerpo.
No tengo muchas respuestas en esta ocasión. Esta carta me agarró con muchos cabos sueltos, y la verdad no quería cerrar con un consejo sobre el perdón ni nada por el estilo, porque no estaría siendo honesta contigo.
Esta semana solo ando sintiendo, pensando y entendiendo. Y me gusta también que podamos hablar de esas ideas o sentimientos no resueltos que tenemos en la cabeza o que nos detona una película tan buena como esta.
Better Man me inspiró muchísimo a seguir trabajando el perdón, pero no lo tengo resuelto. Sigo aprendiendo a soltar para abrir espacio. Para estar menos molesta. Para llenarme de más amor y compasión.
Pero, en fin,
ve la película si no la has visto, que por alguna razón mueve a todos los artistas y creativos que conozco…Vas a sentir el porqué cuando la veas.
Ojalá también cantes My Way al final.
con amor,
Sarah.
Conecte demasiado con tus palabras.
No creo que sea imposible perdonar desde lo profundo, pero definitivamente es un trabajo constante para poder lograrlo, que seguiremos descubriendo a nuestro propio ritmo.
Gracias por tocar este tema me hizo sentir acompañada en esta constante lucha que a veces siento con el perdon ♡
Te entiendo muchísimo, suele pasarme sobre todo con situaciones en las que no sé si pueda perdonar. A veces he concluido que quizás no tengas que perdonar para soltar porque no es tu deber arreglar a los demás, solo optar por tu propia paz. Al igual que tú, sigo trabajando en ello.